martes, 11 de junio de 2013

Tiempo Ordinario

    En el año litúrgico, se llama tiempo ordinario al tiempo que no coincide ni con la Pascua y su Cuaresma, ni con la Navidad y su Adviento. Ordinario no significa de poca importancia, anodino, insulso, incoloro. Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”. Son treinta y tres o treinta y cuatro semanas en el transcurso del año, en las que no se celebra ningún aspecto particular del misterio de Cristo. Es el tiempo más largo, cuando la comunidad de bautizados es llamada a profundizar en el Misterio pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días.
   El Tiempo Ordinario del año comienza con el lunes que sigue del domingo después del seis de enero y se prolonga hasta el martes anterior a la Cuaresma, inclusive; se reanuda el lunes después del domingo de Pentecostés y finaliza antes de las primeras vísperas del primer domingo de Adviento.

lunes, 10 de junio de 2013

La liturgia de la vida

Esta noche nos has llevado a este café que se llama Claro de Luna.
Esta noche, Tú estar allí, con nosotros, durante algunas horas.
Tú querías encontrarte a través de nuestra miserable apariencia, a través de nuestros ciegos ojos, a través de nuestros corazones no amantes, con toda esa gente que ha venido a matar el tiempo.
Y porque tus ojos se despiertas en nuestros ojos, porque tu corazón se abre en nuestro corazón, sentimos nuestro pobre amor expandirse en nosotros como una gran flor que se introduce en nosotros como en un inmenso y cálido refugio, por todas esas personas cuya vida aletea en nuestro entorno. Este café ya no es un lugar profano, este rincón de la tierra que parecía darte la espalda.
Sabemos que, por ti, nos hemos convertido en bisagra de carne, la bisagra de la gracia que le fuerza a girar sobre sí mismo y a oriéntese, a pesar suyo, en plena noche, hacia el Padre de la vida.
En nosotros, se opera el sacramento del amor. Nos adherimos a ti con todas las fuerzas de nuestra fe oscura, nos adherimos a ellos con la fuerza de un corazón que late por ti, te amamos, les amamos, para que una sola cosa se realice con todos nosotros.


lunes, 18 de febrero de 2013

Cuaresma 2013: ¡SÍ, RENUNCIO!

Con la imposición de la ceniza en el Miércoles de Ceniza, arranca el tiempo de Cuaresma. Con la expresión SÍ, RENUNCIO que utilizamos en la Liturgia para renovar nuestras promesas bautismales volverá a resonar en nostros en este tiempo de Cuaresma ya que será el lema que en este Año de la Fe, se nos invita a meditar.

Tiempo de conversión que nos prepara a celebrar los misterios salvadores de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Pero no renunciar por renunciar. Sin saber lo que decimos y sin el compromiso de vivirlo. Renunciar desde el corazón y con todo el corazón, conscientes de que amar de verdad siempre conlleva renuncia.

Renunciar de forma personal, consciente. Decir “no” aunque no esté de moda, aunque suene raro. Como dice el Papa Benedicto XVI explicando las renuncias de la liturgia bautismal: “Nosotros decimos «no» porque decimos «sí», un «sí» fundamental, el «sí» del amor y de la verdad.”

¿Renunciáis a todas las seducciones del mal para que no domine en vosotros el pecado?”.
«¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?».
«¿Renunciáis a Satanás?».

Que este tiempo de Cuaresma, de meditación, te ayuden a decir rotundamente a estas preguntas:
Sí, renuncio

sábado, 6 de octubre de 2012

Concilio Vaticano II sobre la liturgia


SACROSANCTUM CONCILIUM
La Liturgia en el misterio de la Iglesia

En efecto, la Liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra Redención", sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos. Por eso, al edificar día a día a los que están dentro para ser templo santo en el Señor y morada de Dios en el Espíritu, hasta llegar a la medida de la plenitud de la edad de Cristo, la Liturgia robustece también admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo y presenta así la Iglesia, a los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones, para que, bajo de él, se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos, hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor.